Este es un espacio para la época post-colonialista.
Hemos obtenido la libertad territorial a costa de divisiones profundas del ser
madre-tierra, de las culturas e interrelación del existir de los pueblos
originarios de la tierra Abia Yala pero todavía dependemos profundamente de los
modelos culturales y de docencias del mundo griego-occidental.
Hay un entramado extraordinario de culturas y reciprocidad
que hemos sumiso al poder de armas todopoderosa de los conquistadores antiguos
y modernos. Estos extraordinarios saberes los hemos humillados y puesto bajo
los poderes omnímodos de las economías, de las tecnologías, de la dominación
del pensamiento filosófico-teológico griego-occidental.
El mundo actual, nuestro planeta tierra, ya llegó al
límite de su desarrollo depredador de la naturaleza y ha llegado el momento de
rescatar el equilibrio de sus orígenes integradores del ser y del vivir de toda
la creación.
Está naciendo la tercera época de la humanidad
La humanidad está ahora marcada por profundos
contrastes dentro de una aparente normalidad. Cada día la lucha se hace más
encarnizada para conseguir un buen vivir, una lucha que se expresa en alcanzar una
mejor profesión para un trabajo de altura que llene las exigencias a semejanza
de las clases media alta.
El ser hombre-mujer siempre ha sido marcado entre las
realidades sensibles y la existencia superior,
entre la satisfacción del poseer y la alegría del dar, entre el yo y los demás,
entre la muerte y la vida.
Todos luchamos en forma honesta o deshonesta para
conseguir los bienes concretos como el alimento, el vestido, la casa y la
diversión, la salud y dinero fácil y finalmente el conocimiento como un medio
para superar a los otros y, tal vez, humillarlos y hasta plegarlos a nuestro
servicio.
Una minoría, cada día más insignificante, busca el
crecimiento espiritual y todo lo que puede alimentar el ser humano en forma
equilibrada con una mirada puesta en el Creador, a la Patria común y al lugar donde
alcanzaremos el final integrador a nuestros días terrenales.
No se trata de ser religioso o no serlos, de creer o
no creer, de pertenecer a una iglesia o profesar dogmas o ideologías sino de
adquirir aquellos conocimientos que integran y valorizan el nacer y el vivir. Se
trata del crecimiento propio y la vivencia familiar y comunitaria, de la
defensa de la creación como su aprovechamiento para la plenitud del existir, del
respeto a todos y de la reciprocidad como preludio de una vida en plenitud.
Todos los gobiernos o régimen políticos se esfuerzan
de proporcionar una vida digna a sus ciudadanos dentro de una lucha a nunca
acabar. Se planifica la máxima felicidad para los habitantes del territorio
nacional y la limosna para los que no han podido superar los límites de pobreza
extrema; la superioridad para sí con la finalidad que los demás se acostumbren
a depender.
Se sostiene que lo primero es la economía y después
las exigencias del pueblo, se alimenta la idea que sin un mercado aventajado no
hay un futuro sustentable. Se proponen una vida cada día más dispendiosa dentro
de la ley “compra-venta”: producir más para consumir más y vivir más boyantes.
Otros imponen lo contrario para evitar la competencia del
poderoso que produce profundas diferencias sociales. Para ellos es necesario un
gobierno con soberanía que suministre equitativamente las riquezas siempre
insuficientes del país. A menudo se distribuye por presuntos criterios de
ecuanimidad o sin exigencias para las personas beneficiadas, sin compromiso
social ni trabajo productivo, en cambio los que administran se vuelven gobernadores
y dueños.
Es necesario
superar la carrera del buen vivir por la del bien vivir, la del tener por la
del ser. La idealidad tiene que transformase en realidad a través del
conocimiento y saberes que nos transforman en seres humanos, que nos hermanan y
nos llevan a la plenitud de vida.
Todo ser humano, mujer-hombre, está llamado a mirar
hacia el Oriente, hacia el Edén perdido
para remontar los caminos de la justicia y de la paz. No es un sueño
idílico sin una necesidad de superación para perfeccionar el adam primitivo de la misma
manera que Miguel Ángel recabó, de una un bloque único de mármol blanco, un
semblante casi perfecto para exclamar: ¿por qué no habla o Moisés? O como reza
el salmista que el ser humano necesita refinarse al fuego hasta siete veces,
hasta la perfección.
Todos saberes humanos son el camino de la perfección
para recabar con la energía del estudio y del trabajo un ser semejante a su
creador, capaz de ser cocreador con aquel que estaba en el principio, que es y
que será.
Hay grandes y pequeñas tradiciones que nos indican los
caminos a recorrer, no ciertamente fáciles pero sí alimentadores de seres
humanos integrales, llenos de certezas y de capacidad para asumir la
corresponsabilidad hacia uno mismo, hacia nuestros pueblos y la totalidad de la
creación.
Bernardo
Favaretto
bernardofav@yahoo.com
ancestros.
ResponderEliminarLa INSENSATEZ A PREDOMINADO en LA RAZA HUMANA.
LOS QUE BUSCAN EL BIEN PARA SI Y LOS DEMAS Y PARA LA CREACION TODA, HE AHÍ, EL EQUILIBRIO; EN TODOS LOS QUEHACERES DE LA CONDICIÓN HUMANA
La BONDAD anida en nuestro interior,
y el yo solo tiene que hacerla propia,
porque se nos da en forma gratuita.
eL "bien" Viene con nosotros,
y para que se haga una realidad "EN" nosotros, Para ir haciéndo el BIEN Y
alejando la iniquidad,
como lo hizo nuestro buen amigo y SEÑOR Jesucristo
haciéndo luz sobre las tinieblas,
y en todo,
haciéndo la Volunta del PADRE DE JESUS, el Padre,
que es ahora "nuestro Padre".
Así irá el mundo y
la creación toda,
por la senda del bien,
para que nuestra vida personal,
sea,
en cada instante,
" pasando nuestra vida HACIENDO EL BIEN."
Que la BONDAD SEA LO PRIMORDIAL Y QUE PREDOMINE EN TODOS NUSTROS QUEHACERES.
y,
LA INIQUIDAD no tendrá la última palabra,
La humanidad y cada persona en particular esta llamada decidirse por el BIEN,
si es que quiere un mundo mejor y una creación que le responda con amabilidad y porntitud a los anhelos profundos del linaje humano, ser feli,
vivir eternasmente,
tener la ciencia de Dios,
vivir en INTEGRIDAD, DIGNA Y JUSTA,
VIVIR inmersos en la santidad de Dios, el Dios de la vida y la vida eterna.